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Vasugupta
Soy profesor de Kundalini Yoga y Reiki. Me apasiona el Shivaismo Tantriko de Cachemira, el Tao (taichi), el Zen... Amado por DIOS, por mediación del Sagrado Corazón de Jesús.
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Vicente Ferrer

jueves, 19 de agosto de 2010

Cristianismo part 2

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04:30 AM. Me levanto, me ducho rápidamente, salgo de mi celda a tientas, entre una espesa oscuridad, caminando sigilosamente, paso por diferentes pórticos y largos pasillos, en dirección a la iglesia, un olor antiguo, me sumerge en el medievo, uno se siente inspirado por el eco y la amplitud de las diferentes estancias, en semejante abadia,  hasta que perdida en la lejania, aparece una luz que señala certeramente el camino, es la puerta de la iglesia, salpicada por las sombras de los monjes que uno a uno, van entrando dentro. En el interior, una reverencia al altar y a la cruz, me siento en una de esas gigantescas y elaboradas sillas, entre los monjes, nos movemos todos al unísono, y de igual forma, nos acompaña un enorme órgano. A las 05:00 AM en punto, comenzamos a cantar Gregoriano, como cada día para la existencia de aquellos monjes…
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El sonido se amplifica y difumina por la inmensidad del espacio; sonido sublime, angelical…, tan limpio, que cala hondo, llenando el corazón. El alma se eleva y vivifica, radiante, fresca… el corazón no puede contener más, semejante belleza, y las lágrimas inevitablemente, fluyen a raudales, por las mejillas… cierto es, que uno se encuentra más sensible por “el madrugón“ y por las habituales prácticas Yóguicas, pero eso no quita el mérito de aquellas voces; de aquellos angeles, de aquellos momentos: en aquel lugar Santo.
Ciertamente a partir del segundo día. esta escena se repite habitualmente hasta mi partida… y no soy de lágrima fácil, pero un incompensible amor inundaba el corazón, ensanchando misteriosamente sus limites.
Aún fuera de aquel lugar, en mi casa; en Barcelona, el AMOR de CRISTO, me acompaña durante diez días. Sentía una necesidad casi imperiosa de volver a la abadia… la sensación era como de estar locamente enamorado, de forma casi irracional, buscaba iglesias donde cobijarme, para así reencontrarme de nuevo, con semejante sensación, pero por suerte o por desgracia, como esa misma, no las encontré, y ese amor fue decreciendo poco a poco, no sin cuestionarme mil veces, si hacerme monje, o no. Un día incluso le hice una visita a un religioso, que no dudó un segundo, en indicarme que aquello era una señal, de que Dios se había fijado en mi, para hacer votos hacia el sacerdocio… por otro lado, también, un monje de aquella misma orden, me indicó lo contrario, como que con la labor de profesor de yoga, podía aliviar en buena medida, el sufrimiento de muchas mas personas, que haciendome monje... y así algo en lo profundo, dibujó otro destino, y decidí, no volver a aquel maravilloso lugar: mi camino debía continuar dentro del mundo.
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